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Desearlo NO es suficiente

Por Dave Santleman

Viernes, 17 de Agosto de 2012

Todos nos paramos a reflexionar acerca de nosotros mismos y de nuestra forma de ser de vez en cuando, ¿no es cierto? Y estoy seguro de que, si os preguntase, no tendríais ningún problema en definiros con mayor o menor profundidad ante mí. Pues bien, si yo tuviese que definirme con una serie de adjetivos ante vosotros, creo tener bastante claro que extrovertido estaría incluido dentro de ellos.
Y es que no puedo evitarlo: me gusta la gente. Me gusta hablar con ellos y escuchar qué es lo que tienen que decir (si bien es cierto que no todos tienen algo que decir), pero reconozco que, por encima de cualquier otro, tengo un tema predilecto: me gusta oírles hablar de sus sueños, metas y aspiraciones en la vida. Por varias razones:



1) Lo interesante que resulta comprobar que, efectivamente, el valor de las cosas es extremadamente relativo. Dentro de nuestra lista de objetivos suelen haber unos más prioritarios que otros, es decir, podemos distinguir con gran claridad dos grupos: por un lado, están las cosas que nos gustaría conseguir pero que, en el supuesto de no hacerlo, no arruinarían lo que nosotros nos imaginamos como la felicidad en el futuro; y por el otro está el objetivo, con artículo delante y en mayúsculas. Aquel que deseamos por encima de todas las cosas, aquel que nos negamos a aceptar como imposible y del que estamos convencidos que, tarde o temprano, formará parte de nuestra realidad. Pues bien, precisamente ahí es donde quería llegar: me encanta comprobar cómo el que para mí es el objetivo, con artículo y en mayúsculas, para otras personas es cualquier cosa excepto importante. Es más, incluso les puede llegar a parecer ridículo que mi futura felicidad dependa de conseguirlo o no. E igual me puede pasar a mí con el suyo.
No sé a vosotros, pero a mí el hablar con alguien cuya aspiración es algo que por lo que yo ni siquiera me plantearía luchar para obtener me resulta verdaderamente fascinante. Me hace darme cuenta de que, tal y como he dicho, las cosas no poseen un valor intrínseco, sino que tendrán el que cada uno queramos concederles.



2) El destello. Sí, el destello en los ojos. Si habláis con alguien de sus sueños o metas en la vida y os fijáis en sus ojos podréis observarlo: se trata de un brillo especial que adopta la mirada en ese momento, pues mientras estamos explicándole a quien sea en qué consiste aquello que anhelamos no podemos evitar imaginarnos a nosotros mismos ya habiéndolo alcanzado. Y es una imagen que nos produce tal emoción que resulta inevitable transmitirlo en la mirada. Sólo aquel que se haya dado cuenta de esto con alguna persona en particular sabrá de qué estoy hablando realmente.



De todas formas, y ahora que lo pienso, puede que haya exagerado un poco diciendo que me gusta hablar de sueños, metas y aspiraciones con todo el mundo. No es cierto. Hay personas con las que no soporto sacar ése tema, y son aquellas que creen que con desearlo es suficiente.
Si, por ejemplo, me cuentas que tu gran sueño ha sido desde siempre convertirte en una gran y reconocida cantante, ten por seguro que te preguntaré qué es lo que has hecho hasta ahora para conseguirlo. Y si me respondes que nada en particular, que jamás te has presentado a alguna audición por miedo al fracaso o cualquier otra chorrada de índole similar, ten por seguro que me cabrearás. Y es que sí, nunca encontraréis a nadie que defienda más que yo el principio de “las cosas no las consigue el que más posibilidades tiene de hacerlo, sino el que más las desea”, pero una cosa es eso y otra muy distinta es esperar que te caigan del cielo regaladas.
Todo, absolutamente todo lo que merece la pena en esta vida es complicado e incluso frustrante de conseguir, pero no podemos tolerar que eso sea más fuerte que nuestras ganas de hacerlo. Hay que trabajar duro, durísimo y esforzarse día a día si queremos, al menos, poderle achacar nuestra falta de éxito a la carencia de suerte. Incluso en los días malos, es decir, esos días en los que estás tan desencantado y exhausto de seguir peleando que terminas por pensar que jamás lo lograrás, hay que intentar sacar fuerzas de recónditas esquinas y hacer algo que a la noche nos permita decir que otro día de pelea ha terminado. Y que si no hemos tenido suerte, mañana puede que sí.



¿En conclusión? No voy a deciros que si deseáis algo con fuerza y lucháis por ello vayáis a conseguirlo con total seguridad, porque sería engañaros; ojalá las cosas en la vida fuesen tan sencillas como las pintan en las comedias americanas. Pero lo que sí voy a deciros, y espero que sea con lo que os quedéis grabado, es lo siguiente: si a pesar de dejaros el pellejo en el camino no consiguiéseis llegar a donde queríais, al menos siempre os quedará el consuelo de saber que no habrá sido por vuestra parte.
Es un consuelo de mierda, lo sé, pero ya es más de lo que pueden decir aquellos que esperan la llegada de un milagro en su ventana.

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