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Prodigiosamente trágico

Por Dave Santleman

Domingo, 5 de Agosto de 2012

 

Estoy asqueado del verano. Puede que suene extraño siendo malagueño, pero toda mi vida lo he odiado, a él y a todo aquello con lo que está relacionado: el calor, la playa, el olor a pescado frito, los puestecillos del paseo marítimo y ese largo etcétera. Me crispa, me enerva.
Tal vez sea porque aquí nunca lo he tenido, pero para mí no hay nada como una gélida tarde de invierno en la que sólo de mirar por la ventana se te pongan los pelos como escarpias. De hecho, y aunque siempre me suele faltar el factor nieve, tengo una especie de tradición invernal que llevo cumpliendo a rajatabla desde que tengo uso de razón: una tarde lluviosa (a falta de pan, buenas son tortas. Y no, no sirve si fuera no está lloviendo), aunque sólo sea una, me acomodo en el sillón reclinable que tienen mis padres al lado de la chimenea, me provengo de porquerías para aguantar, al menos, la tarde entera, y me veo una detrás de otra las películas de Sólo en casa. Para mí el invierno no ha llegado hasta que no llega ese día.


Y qué queréis que os diga, me encantan. Las cuatro. Como ya he comentado, llevo haciendo lo mismo desde que me alcanza la memoria, por lo que para mí son el puro recuerdo de mi más tierna infancia. Y precisamente por eso me duele, por decirlo de algún modo, enterarme de que los tabloides americanos andan publicando que a Macaulay Culkin (el protagonista de las dos primeras películas, las más emblemáticas. Y no os preocupéis, también yo he tenido problemas para escribir y pronunciar su nombre desde siempre) le estiman, como mucho, seis meses más de vida. Que desde que rompió su relación con Mila Kunis no levanta cabeza, y que se gasta la friolera de seis mil euros mensuales en sustancias estupefacientes. Me duele, pero no me sorprende.
No sé cómo de ciertas sean estas acusaciones, pero de lo que sí que estoy seguro es de que sería de esperar vistos los precedentes de la industria de la farándula.

No creo estar exagerando al afirmar que se pueden contar con los dedos de una mano los actores/cantantes/estrellas que alcanzan la fama en su infancia y llegan a la edad adulta sin verse metidos en líos a mitad del camino. Justin Timberlake, ¿quizás? Es el único que se me ocurre ahora mismo al que nunca le hayan sacado un trapo sucio. Y es que el mundo de la fama y la gloria es, cuanto menos, peligroso. Te proporciona poder, y teniendo demasiado poder a edades en las que aún no se tienen los pies bien puestos sobre la tierra es muy sencillo escoger el camino equivocado, tal y como le ocurre a muchos niños prodigio. Desde mi experiencia, que os puedo asegurar que es muy pequeña y limitada, he tenido la oportunidad de ver cosas bastante indeseables; la “cara oculta” de ese mundo y, por alguna razón, el tabú generado en torno a éste. Si yo, que apenas he saboreado esa industria, he visto lo que he visto, no me quiero ni imaginar lo que habrán presenciado los ojos de alguien que viva de ella de manera permanente.


Por supuesto, también tiene sus ventajas. Y no son pocas. Pero sea como fuere, involucrarte en la farándula es una decisión lo suficientemente importante como para que sea algo que debe surgir por iniciativa propia, una vez que se hayan valorado objetivamente los pros y los contras de la misma. Es por ésto que no logro comprender a los padres que llevan a sus hijos a cástings o audiciones para tal o cual cosa. Para empezar, ¿le has preguntado a ese niño si es eso lo que realmente quiere, si es ése el camino en torno al que quiere orientar su vida? Porque no sé yo, pero no deben de ser muchos los niños que prefieran pasar horas y horas en sets de rodaje y dedicando su tiempo libre a dar clases con un profesor particular en lugar de ir al colegio, relacionarse con personas que no les tripliquen la edad y pasar las tardes jugando y divirtiéndose. En definitiva: teniendo una infancia normal.
En segundo lugar, y aún teniendo en cuenta que sí sea eso lo que quiere el niño y lo que le hace feliz, ¿te has planteado tu actitud como padre, desde la ética y la moralidad? Le estás abriendo a tu hijo las puertas a un mundo muy gratificante, es cierto, pero en el que se mueven unas cosas poco deseables para cualquiera, y más todavía para los menores de edad. Qué fácil es luego salir en la televisión llorando y lamentándose del agujero negro en el que han caído sus pequeños (como ya hicieran los padres de Britney Spears en su día, por ejemplo), ¿verdad? Tanto como haberlo evitado a tiempo.
Yo siempre he querido ser un artista, y he tenido la suerte de tener unos padres que me han apoyado, pero desde la sensatez y la prudencia; en todo momento. Y les doy las gracias por haberme hecho esperar hasta ser, al menos, lo suficientemente consciente como para valorar si de verdad quiero meter cabeza o no.

Es gracias a ellos que, teniendo la misma edad, yo estoy escribiendo este artículo y algunos otros (como Demi Lovato o cualquiera de los triunfitos Disney) están encerrados en una habitación curándose del alcoholismo o la bulimia.

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