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Mario Vaquerizo, ¿ídolo, o palurdo?​

Por Dave Santleman

Martes, 21 de Agosto de 2012

Resulta realmente curioso cómo, sin siquiera pretenderlo, el ser humano es prejuicioso por naturaleza. Cuando vemos a alguien por primera vez, no podemos evitar formarnos una idea mental de su personalidad a través de su estilo y apariencia; y, es más, tardamos incluso menos en clasificarlo dentro de posibles personas de nuestro agrado o, simplemente, “non gratas”.
Y a pesar de reconocer que yo, al igual que todos, también lo hago, esa actitud me fastidia enormemente. ¿Cómo puedes colocarle la cruz a alguien con quien ni siquiera has tenido la oportunidad de hablar y permitirle que te demuestre si, efectivamente, es como pensabas que era o si, por el contrario, es radicalmente opuesto?


Total, ¿qué es lo peor que puede pasar dejándole hablar? En mi opinión, que tus dudas no se resuelvan. Porque a ver, si hablando con esa persona te das cuenta de que no es capaz de mantener una conversación decente ni durante un intervalo de tres minutos, descartarla e incluirla en el grupo de las “non grata” es increíblemente fácil y, sobre todo, justificado; y si te sorprende resultando ser una persona divertida, interesante y agradable, la tarea es igualmente sencilla.

Pero, ¿qué pasa si después de esa primera toma de contacto sigues sin saber qué pensar? ¿Qué pasa si el amor y el odio, por denominarlos de alguna manera, siguen equilibrados en la balanza? Pues algo por el estilo es precisamente lo que me ocurre a mí con la que parece ser una de las mayores celebrities españolas del momento: Mario Vaquerizo.


Lo cierto es que, hasta el momento, me he mantenido muy al margen e indiferente con respecto al boom de popularidad que ha experimentado Mario, pero no he podido evitar oír hablar de él y enterarme de quién era de todas formas; básicamente porque son pocas las personas de mi entorno realmente cercano las que no siguen con regularidad el reality que protagoniza junto con su esposa, Olvido Gara (aunque probablemente os suene más si digo la gran Alaska, todo un personaje al que a mí, personalmente, admirar nunca me ha supuesto un esfuerzo), y que, en definitiva, tienen una opinión formada acerca de él. Algunos lo adoran, aplauden su desparpajo e incluso se atreven a denominarlo icono; otros lo repudian, le acusan de frívolo y superficial (adjetivos que pueden ser negativos depende de quién los oiga, porque según me consta él no tiene ningún problema en reconocerse como tal) y aseguran que, sin Alaska, no habría llegado a nada. No obstante, todos ven el reality. Todos, ya sea para reírse o negar con la cabeza en gesto de desaprobación.
Siendo así, y curioso por saber qué es exactamente eso que tiene Mario Vaquerizo y que genera tanta controversia, ayer me animé a investigar un poco acerca de él como profesional, como persona y como personaje público. Rebusqué en Internet para averiguar cuáles fueron sus orígenes, leí artículos escritos por él e incluso me tragué unas cuantas entrevistas y apariciones suyas en programas como El Hormiguero o Buenafuente. Y qué queréis que os diga, sigo sin tener una opinión formada acerca de él. No sé si lo odio o lo adoro. Y me explico:


En un primer momento, y teniendo en cuenta algunas de sus declaraciones, pensé que era una persona ridículamente ignorante. Consciente y orgulloso de ello.

No obstante, después incluí en mi opinión parte de la información que había recaudado acerca de él: es Licenciado en Periodismo. Y qué queréis que os diga, pero una persona que tiene una carrera universitaria cuenta, lo quiera o no, con una cultura de carácter general; aunque sea muy, muy general. Fue entonces cuando me planteé la posibilidad de que sea un ignorante en algunos aspectos, sí, pero no es que se sienta orgulloso de ello, sino que, simplemente, nos encontramos ante una extraña especie: un ser humano carente de prejuicios. O lo que es lo mismo, alguien sin esa autocensura que, en mayor o menor medida, solemos tener prácticamente todos. A mi modo de ver, es como un niño, ni más ni menos: vive al margen de lo socialmente establecido como correcto o inapropiado, y plantea sus dudas e inquietudes en voz alta con la esperanza de verlas despejadas; dudas que, por otra parte, son iguales a las de otras muchas personas que, por esa autocensura de la que hablábamos, no se atreven a preguntar. Es como el que está en un grupo en el que surge un tema político del que no tiene ni idea y prefiere callarse antes que preguntar y que los demás piensen que no está a la altura.

Pues bien, Mario carece de esa preocupación: se presenta tal y como es, sin máscaras ni artificios; y aún sabiendo que al ser un personaje público sus palabras tienen el triple de repercusión que las de cualquier otra cabeza anónima, Mario es una de esas personas que no posee filtro: dice lo que se le pasa por la cabeza en el momento justo en el que se le ocurre, y le es indiferente que por ello te resulte frívolo, superficial o cualquiera que sean los adjetivos que se le adjudican. Adjetivos que a mí, sinceramente, me dan igual, porque todos ellos conforman el único con el que yo, después de esta reflexión, denominaría a Mario Vaquerizo: auténtico.


Y sí, puede que él no sea la persona más lúcida ni inteligente de este país, pero teniendo en cuenta que las que se supone que sí que lo son nos están llevando a todos los españoles a una situación de desesperación y ruina, no sé yo hasta qué punto hay que concederle valor a la inteligencia y el conocimiento. E independientemente de todo eso, paráos a pensar, qué demonios, ¿a quién no le gustaría tener un amigo como Mario? Estando a su lado, la diversión parece algo más que garantizada.

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