El ciclo de los cinco años
Por Laura Put
Viernes, 24 de Agosto de 2012
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Siempre he creÃdo en los ciclos de cinco años. Son cinco los años que tienen que pasar para que las cosas se asienten por sà mismas. Cuando cumplimos los cinco ya se nos considera "personitas", una semilla se convierte en árbol o puedes volver a ser amigo de un ex.​

Yo soy muy de crear mis propias teorÃas en base a mis experiencias, y ahora me planteo esto porque me encuentro en un momento crucial en mi vida. Como muchos jóvenes de mi edad, acabo de terminar la carrera universitaria (en mi caso Comunicación Audiovisual, como la mayorÃa) y encima en una situación económica muy poco atractiva, por lo que se me plantea la gran duda de qué hacer con mi vida. Por suerte, ahora, tras cinco años de carrera, puedo decir que tengo las cosas más o menos claras. O por lo menos mucho más que cuando empecé.
A dÃa de hoy seguimos con esa idea de que para ser alguien en esta vida hay que tener un tÃtulo universitario. Por suerte, los tiempos cambian y esta idea también deberÃa hacerlo. La universidad te aporta cosas muy buenas y un aprendizaje, eso es asÃ, pero tras mi propia experiencia puedo decir que me quedo con el hecho de haber estado cinco años de mi vida haciéndome mayor y buscando mis propias inquietudes.
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Pero lo cierto es que cuando tienes claro a qué quieres dedicarte desde joven, además de estudiar lo que tienes que hacer es trabajar y mucho. El nuevo y desastroso plan de estudios obliga a los jóvenes a invertir todo su tiempo en la universidad, sin permitir que puedan dedicarse a otros trabajos o aficiones sancionando de gravedad las ausencias a clase. Esto es tan absurdo como su propio nombre: Plan Bolonia.
Y digo esto porque ahora que he terminado mi carrera, veo cómo casi todos mis compañeros de promoción, algunos con expedientes impecables, han terminado y no saben qué hacer con sus vidas. Muchos han optado por hacer másters, otros por matricularse en otras universidades, otros por emigrar… aumentando asà la suma de parados con muchos tÃtulos y becas que abundan en este paÃs.​

Esto no es más que una pequeña muestra de lo mal que funciona España, premiando a los alumnos convencionales y desmotivando a todos aquellos emprendedores que arriesgan dÃa a dÃa, aún con el estrés que esto supone e incluso menospreciando a aquellos que no tienen un tÃtulo universitario.
Por suerte, puedo tocar madera y doy gracias al cielo por no haber hecho caso a todos aquellos profesores que me restaban puntos en asistencia cuando faltaba a clase por tener un rodaje; o a todos aquellos que me miraban mal por llegar a clase con ojeras cuando habÃa pinchado la noche anterior. Y ahora, cinco años después, puedo cerrar este ciclo de mi vida orgullosa de estar recogiendo los frutos que he ido sembrando con mucho esfuerzo y, sobre todo, sorteando muchos obstáculos.
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Eso sÃ, por muchos cinco años que pasen las cosas no se solucionan solas, asà que a todos aquellos que estéis estudiando o hayáis terminado la universidad, os digo: con esfuerzo, motivación y muchas ganas saldremos de esta crisis de ideas en la que parecemos estar atrapados.